Cuatro clanes y sicarios acechan a taxistas en El Alto

El sábado 10 de noviembre del año pasado, Valentín Chacolla salió de su casa rumbo al trabajo. Se subió a su taxi Toyota blanco y manejó por las calles de El Alto. Nunca más volvió a su hogar. Al día siguiente, su cadáver apareció botado, abandonado en la intersección de las calles Landaeta y Quintanilla de la alejada zona Asunción San Pedro. Tenía una herida de bala en la cabeza.

Los asesinos de taxistas rondan la ciudad más joven de Bolivia. El peligro no es de ahora, sin embargo, las autoridades policiales han reactivado la alerta porque en lo que va de este año, hubo otros tres conductores muertos. No hay cifras oficiales, pero sí un dato escalofriante sobre este tipo de decesos: desde 2006 hubo al menos 55 víctimas fatales que operaban en el Sindicato de Taxis y Radiotaxis 29 de Mayo, y entre ellas figura Valentín. Son casos que aún no llegaron a resolverse.

La inseguridad de El AltoMientras los agentes iniciaban las pesquisas del crimen, los familiares del chofer de 47 años y sus colegas salieron en bulliciosas marchas para exigir justicia. Casi simultáneamente, en silencio, la División de Homicidios de la Fuerza Especial de Lucha Contra el Crimen (FELCC) de El Alto atendió otro hecho similar. Se presume que ocurrió un par de horas después de lo sucedido con Valentín, cuando ya era domingo 11 de noviembre. Los expedientes reseñan que Antonio (nombre ficticio para preservar la seguridad de la víctima) manejaba por la Ceja y una pareja paró su vehículo y le pidió ir a Río Seco.

Los pasajeros se acomodaron en el asiento trasero del coche. El varón se puso detrás del conductor y la mujer se sentó a su lado. Ella le solicitó a Antonio que pusiera música chicha. Él accedió. Poco antes de llegar al destino, el taxista miró por el retrovisor y notó que la diestra del hombre empuñaba un revólver. Hizo un movimiento brusco. Escuchó el disparo y el proyectil le rozó una oreja. En su declaración posterior señala que “sintió que algo frío le pasó por la cabeza”.

“La bala le ingresó por el occipital y trató de huir. Sacó la llave de contacto y la botó. Se lanzó por la puerta y pidió auxilio”, relata el investigador asignado al caso, Braulio Quequezana. A pesar de estar herido, Antonio trató de bloquear el coche. Cayó. La mujer saltó sobre él e intentó ahorcarlo. Pero no pudo. Mientras, su cómplice trataba de poner en marcha el motorizado. El chofer pidió auxilio a gritos y algunas luces del vecindario se encendieron. Lo último que vio fue cómo los atracadores escapaban en otro auto.

Antonio contó su historia desde la cama de un hospital en El Alto y tuvo fuerzas para ayudar a elaborar un identikit del varón que lo atacó. Con este dibujo, la Policía se movilizó hasta dar con el posible autor. Se trataba de una persona con antecedentes policiales. Fue reconocida por la víctima y, cuando todo seguía su curso, ésta dio un paso atrás y retiró la acusación. Una mujer que vio a Antonio en la diligencia fiscal comenta que éste lloraba y temía que lo maten.

La amenaza subrepticia es una táctica recurrente de estos malhechores. Aparte, el miedo había echado raíces en la vida del conductor porque uno de sus allegados había fallecido en su carro, asesinado. Al final, el supuesto criminal recibió detención domiciliaria con escolta policial; no obstante, cuando Quequezana fue a su casa verificó que no existía ningún uniformado custodiando al acusado. Algo está claro para los investigadores: quien disparó a Valentín intentó que Antonio corra con la misma suerte.

Lo que causó aún más la inquietud de la Policía es que el sospechoso dirija una de las bandas de auteros (ladrones de vehículos) más temidas de El Alto: los Romero Mamani, que cuentan con un prontuario de peso. El posible cabecilla tiene un kárdex delincuencial con delitos cometidos en 1999 y 2007. Pero no es el único al mando. El segundo líder reconocido integra el mundo del hampa desde 1996, y el tercero, desde 2011. Y hay dos hermanos más que están en la mira de los detectives. El último golpe atribuido a esta parentela se remite al año pasado.

La Dirección de Prevención de Robo de Vehículos (Diprove) de El Alto abrió en exclusiva sus registros de “más buscados” para Informe La Razón. Los datos revelan que al menos cuatro clanes  de auteros asolan a los taxistas que circulan por las zonas de la ciudad. Utilizan armas de fuego, cogotean a sus presas y/o las atacan con violencia para llevar a cabo sus fechorías, e incluso algunos extendieron su campo de acción más allá de El Alto. Y no es todo, hay sicarios involucrados.

Para los investigadores, la más peligrosa de las pandillas es la de los Romero Mamani. Después se encuentra la comandada por El Gorila, que fue bautizado con el apodo en agosto de 2011, cuando el hombre moreno, fornido y alto fue atrapado. “Era tan grande que ni siquiera le entraban bien las esposas; por esa razón le pusimos la chapa”, explica uno de los oficiales que se encontraba el día de la detención de este sujeto.

Johnny G. M. fue aprehendido junto a cinco secuaces, pero se maneja la hipótesis de que otros 11 escaparon. Un ciudadano a quien le robaron su auto en la ciudad de Sucre fue quien les tendió una celada. Los detenidos tenían herramientas para desmantelar motorizados y armas de fuego. La Policía los presentó ante los medios y se presume que la agrupación operaba, por lo menos, desde hace dos años. Pero los barrotes de la cárcel de San Pedro no cortaron los tentáculos del clan de El Gorila.

A las 09.00 del viernes 19 de octubre del año pasado, una comitiva de agentes tocó la puerta del garaje de la casa 3054, en la calle Caranavi de la zona alteña San Silvestre. Nadie contestó y los uniformados tuvieron que trepar por la pared. Adentro descubrieron dos coches enteros, autopartes, motores y accesorios de cinco vehículos. Luego entraron a otros tres inmuebles con características similares, o sea, con talleres clandestinos, donde se habían desarmado tantos vehículos que el depósito de la Diprove quedó chico.

El Toyota Land Cruiser era el modelo preferido de esta cofradía delictiva que fue desenmascarada por una fuente anónima. Y cuando los investigadores indagaron sobre la propiedad de las viviendas, se toparon con que estaban a nombre de El Gorila y de su esposa, quien hoy está prófuga. Las pistas apuntan a que Johnny G. M. sigue operando desde la penitenciaría. Informe La Razón visitó uno de los talleres que fue intervenido en la redada y, según un oficial, sólo en este sitio se desmanteló casi un centenar de autos.

La tercera pandilla está al mando de los hermanos Quispe Poma y fue develada en agosto de 2012. Su plan de acción era el siguiente: dos mujeres acompañaban a un hombre por las calles y pedían a un taxista que los traslade a una zona lejana, donde lo golpeaban y “pildoreaban”. Más aún, de acuerdo con fuentes policiales, hay indicios de que también los asesinaban. El destino era la localidad de Palcoco, a varios kilómetros del área urbana, donde los antisociales tenían su almacén.

Sobre el operativo, el mayor César Ramos, director de la Diprove El Alto, cuenta: “Trabajamos con efectivos de Inteligencia del 31 de julio al 3 de agosto y cuando descubrimos el lugar encontramos 11 motorizados robados. Inclusive algunos tanques de gas estaban enterrados”. El custodio del terreno era uno de los tres hermanos y no contaba con documentos que lo respalden como propietario. Empero, a pesar de las pruebas en su contra, los Quispe Poma no están tras las rejas y aún son un peligro latente.

Asesinos. El cuarto grupo involucrado en el asesinato de taxistas era liderado por Efraín Mamani Quispe (35), alias El Muerto. Era uno de los avezados en el ramo y su “firma” era un orificio en la cabeza de sus víctimas, tras apretar el gatillo de su revólver calibre 38. Se halla encerrado en el penal de San Pedro desde 2010, junto a su hermano, pero los agentes suponen que su banda continúa delinquiendo. Según datos de Freddy Baptista, dirigente del sindicato 29 de Mayo, este malhechor dejó a más de 30 familias sin sus deudos.

Baptista comenta que desde 2008, cuando El Muerto entró en la escena criminal, los riesgos han aumentado para los conductores. Mamani Quispe se hacía pasar por pasajero y después disparaba contra sus presas, incluso algunas veces les metía el cañón del arma a su boca. Los vehículos que arrebataba eran enviados a Perú. Un detective de la FELCC de El Alto explica que los vendía hasta en $us 500.

Pero tras la captura de El Muerto, su modus operandi está vigente. Hasta febrero de este año, tres choferes fueron asesinados. Las cuatro cofradías descritas son las principales sospechosas. No importa que algunos de sus líderes fueron aprehendidos, sus desmanes continúan de la mano de sus cómplices prófugos, o aquéllos que consiguieron eludir la prisión gracias a sus abogados, o aquéllos que salieron libres tras amenazar a los sobrevivientes. El fiscal de Homicidios de El Alto, Édgar Alarcón, sostiene que hay damnificados que tienen miedo a las represalias y prefieren abandonar los juicios o llegan a pactos con sus atacantes.

Alarcón está a cargo de cinco casos de taxistas muertos e informa que este delito es “casi exclusivo” de El Alto, sobre todo por el empleo de armas de fuego. Y hay patrones que se repiten: por ejemplo, que los delincuentes se deshacen de los cadáveres en barrios alejados de la urbe. “A veces se los deja en plena vía pública cuando el sitio está vacío”. El mayor Ramos añade que los auteros, generalmente, ofrecen los coches en poblados lejanos. “Por eso prefieren robar vehículos 4 x 4 que se manejan en todo terreno”.

Después de “borrar” a sus víctimas, según el fiscal, los malhechores optan por dos caminos: desmantelar el motorizado o venderlo completo. El Muerto prefería lo segundo. No le importaba el precio. Iba a ciudades peruanas fronterizas para las transacciones. Algo similar sucede con el clan Quispe Poma. En tanto que El Gorila y los Romero Mamani “descuartizan” a los carros, lo que implica más ingresos, de acuerdo con cálculos de la Diprove.

Sicarios. “La ciudad de El Alto es tierra de nadie”, fue una de las frases más escuchadas en la elaboración del reportaje. Y últimamente se descubrió que sicarios estarían tras algunos de estos crímenes. René Alcoba, director de la Unidad de Propiedades de la FELCC alteña, revela: “Hay casos de problemas de parejas en los que éstas tienen dos o tres carros y cuando llega la separación, él o ella tratan de recuperar los motorizados y contratan sicarios para matar y recobrarlos”.

La autoridad señala que, a veces, los “asesinos a sueldo” matan a un taxista y hacen sospechar de un robo. En otras ocasiones, el taxi aparece, aunque no se sabe quién apretó el gatillo. No hay un recuento oficial de estos hechos, tampoco denuncias; eso sí, éste es un trabajo que se averigua de forma silenciosa. Además, según fuentes policiales, en la ciudad se puede contratar un sicario por $us 300. Sin embargo, es un pacto con el diablo.

“Cuando un sicario cumple con su trabajo y asesina, después vuelve donde quien le ha contratado y le cobra por su silencio. Amenaza con ‘voy a decir que me has contratado y me has dicho cómo matarlo”, explica un investigador que pide reserva en su identidad. En el pasado, asevera Alcoba, había sicarios de nacionalidad peruana, pero ahora también hay bolivianos que se dedican a esto. “Atienden diversos casos. Esto se ve en juicios entre padres e hijos, entre hermanos y, a veces, lamentablemente, llegan hasta el crimen”.

El dirigente Baptista sostiene que está cansado de enterrar a sus compañeros. Él y sus bases no han abandonado sus manifestaciones frente a la Fiscalía de El Alto. Aparte, menciona que ahora sus colegas se arman con fierros, que compraron silbatos que usan cuando están en peligro... “Hemos hablado con los presidentes de las juntas vecinales para que nos ayuden cuando hay eventualidades”.

Pide que las autoridades les colaboren a construir cabinas que aíslen el asiento de los conductores para evitar ataques. El director de Seguridad Ciudadana de la ciudad, coronel Javier Linares, anuncia que en tres meses se contará con más coches y tecnología para lidiar contra los antisociales. Mientras, los taxistas deben sobrevivir con la atención puesta en la carretera y volteando la vista por el retrovisor.

Impunidad en un caso de cogoteros

Nancy y Benito tenían planes de matrimonio hasta aquella noche del domingo 24 de mayo de 2009, cuando él se subió a un minibús rojo en la zona Pedro Domingo Murillo, en el sector norte de la ciudad de El Alto. Fue “cogoteado”. Entre febrero y julio de aquel año, al menos 17 personas fueron asesinadas de similar forma por una banda de cinco personas. Una de las víctimas fue un teniente de la Policía que tomó un minibús para trasladarse hasta la urbe de La Paz.

La Policía halló a los sospechosos, que en sus primeras declaraciones admitieron su participación. Incluso llevaron a los uniformados a los sitios donde arrojaron los cadáveres de sus víctimas. Pero hoy se acogen al silencio y cuatro de ellos están detenidos en la prisión de San Pedro; el quinto —que era menor de edad (16) cuando cometió los crímenes— fue llevado al centro de rehabilitación juvenil de Calahuma, en Viacha; éste fue señalado por sus cómplices como el “colgador”, quien ahorcaba a los pasajeros.

La parentela de los fallecidos formó la Asociación de Familiares de Víctimas de Cogoteros y desde entonces busca justicia. Sin embargo, tropezaron con varias trabas. El abogado Ernesto Vargas Moscoso señala: “La mayoría de los familiares se ha cansado del proceso. Todo el tiempo les dicen ‘véngase mañana o el lunes’. Después expresan ‘véngase en la mañana o en la tarde’. Se agotaron sus ansias de justicia”.

Ahora, los sindicados cambiaron de estrategia y sus abogados apuntan a alargar el juicio lo más que se pueda. Vargas comenta que, aparte, “algunas autoridades judiciales no se colocan en el lugar de las víctimas y por eso todo se encuentra paralizado. Hay retardación de justicia. Existen fiscales que colaboran, pero después son cambiados y otra vez el caso vuelve a empezar”.

Ya van cuatro años y quien no se resigna es Nancy. Ella sigue en busca de justicia para la persona con quien pensaba compartir el resto de su vida. Esa noche, los asesinos de Benito le robaron su celular, un reproductor de música y Bs 30.

Consejos de la Diprove para evitar el robo de autos

  • Antes de abrir el garaje para sacar o guardar un carro, observe si hay personas sospechosas alrededor.
  • Cuando el auto está fuera y se alista para cerrar el garaje, no deje la llave de contacto, ni lo deje encendido. Haga lo mismo al guardar el coche.
  • Evite estacionar en vía pública, menos cuando hay objetos de valor dentro del motorizado. Es recomendable usar parqueos conocidos.
  • No estacione el vehículo en lugares sin iluminación y solitarios.
  • Al estacionar, verifique que el motorizado esté totalmente asegurado, tanto puertas, vidrios como maletera.
  • Cuando se encuentre de viaje, no recoja a personas desconocidas porque éstas pueden ser delincuentes en busca de víctimas.
  • Evite abrir las ventanas del automóvil cuando conduzca y maneje con el seguro puesto para que los ladrones no lo ataquen, pues algunos aprovechan la luz roja de los semáforos.
  • Cuando un conductor se detiene ante la luz roja del semáforo, observe la aparición de cualquier sospechoso. Si hay alguno cerca, es recomendable tocar la bocina varias veces y llevar el coche de atrás hacia adelante.
  • Los choferes deben estar atentos a los obstáculos en el camino (generalmente al viajar) porque éstos pueden ser colocados por atracadores.
  • Ponga dispositivos de seguridad o alarmas para alertar o retardar el robo de su vehículo.
  • Cuando el chofer está viajando y el carro se avería, no se debe aceptar la colaboración de ningún extraño.
  • Por ninguna razón deje la llave dentro del motorizado.
  • Al momento de vender un automóvil no se debe dar las llaves al potencial comprador para que lo pruebe.
  • Nunca entregue las llaves a lavadores, garajes o servicios mecánicos.
  • Después de comprar un vehículo se debe acudir a la Diprove para verificar que éste no es robado.
  • No compre un auto con borrones o raspones en el chasis o el motor.
  • Si un conductor desea copiar sus llaves debe hacerlo personalmente.
  • Luego de comprar un carro, el chofer puede dejar marcas personales ante un eventual reconocimiento del auto.
  • Los teléfonos de la Diprove son 115, 2422488, 2775859 y 2843584.// La Razón

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