Cuando una persona se enferma puede buscar remedio para su malestar en el sistema biomédico, en la medicina tradicional, en las sanaciones religiosas, en la automedicación o en una combinación de ellos, según una investigación que recoge las percepciones sobre salud entre pobladores de cuatro municipios de La Paz. El sistema biomédico tiene mayor peso institucional y presencia en todos los espacios, pero es también el más criticado por sus prácticas y trato al paciente.
La psicóloga María Eugenia Pareja, coordinadora del estudio “Imaginarios en salud. Percepciones de salud y enfermedad en los municipios de Achacachi, Charazani, Tiwanaku, El Alto y La Paz”, explica que el objetivo de indagar este tema fue conocer cuántos sistemas de salud están presentes en la percepción de la población.
La investigación mostró que coexisten el sistema biomédico (como el dominante), el sistema de la medicina tradicional, el religioso (católico o evangélico) y la automedicación. Pareja explica que todas las personas recurren a la medicina tradicional, sea en primera o en segunda instancia, aunque en el área rural se acude como primera opción ante la biomedicina (que queda para las complicaciones o intervenciones quirúrgicas).
“Al mismo tiempo otros dos sistemas están actuando silenciosamente. El sistema religioso (católico o evangélico) con las sanaciones a las que acuden la mayoría de personas desahuciadas; y la automedicación, ya sea de tomar el mate o ir a la farmacia siguiendo un consejo de familiar; la automedicación está generalizada (y no se pelea ni con la medicina tradicional ni con la biomedicina)”, dice la psicóloga Pareja.
La crítica de la población a la biomedicina apunta al proceso de tratamiento y al trato mismo al paciente. El proceso está visto como individualizador, dirigido a un sujeto, al que se confina a una cama, al que se examina como un conjunto de órganos, sin fijarse en aspectos sociales que le involucran e interesa, dice Pareja. Por otra parte las personas del área rural y del campo coinciden en cuestionar el trato displicente al paciente, sin entregarle una explicación sobre la enfermedad y sus causas, sin explicar los efectos colaterales que los medicamentos pueden causar en el cuerpo.
Lo cierto es que cuando se necesita una consulta médica, especialmente en el campo, no tienen al alcance médicos especialistas, los consultorios carecen de recursos y equipamiento para hacer intervenciones quirúrgicas, carecen de medicamentos y están casi obligados a tratar enfermedades respiratorias y estomacales. Este hecho provoca que los pacientes con síntomas graves sean trasladados del campo a la ciudad en viajes de varias horas, que pueden jugar en contra de su vida misma.
La psicóloga Pareja explica que tampoco la situación es homogénea en el campo, por ejemplo mientras en Achacachi existe un centro de salud equipado y atendido por sus autoridades, en Charazani el centro de salud está olvidado. “La gente se ha abierto a la medicina occidentalizada, pero con mucho reparo, recelo y crítica principalmente al trato que reciben (del doctor)”, explica. Ahí está precisamente la diferencia con la medicina tradicional, sistema en el que el médico es parte de la comunidad, visita a los pacientes, conversa con ellos, entiende al paciente dentro de su círculo social-familiar, busca las causas de la enfermedad (generalmente mágico-religiosas) antes que la sintomatología, enfatiza la importancia de la nutrición y de la herbolaria para combatir el malestar.
Las sanaciones religiosas son cada vez más frecuentes, según la coordinadora del proyecto, aunque están dirigidas a las personas con enfermedades muy avanzadas y asentadas en las ciudades donde se realizan grandes campañas que involucran a pastores y la difusión por medios de comunicación.
El estudio, sustentado en entrevistas con pobladores, médicos y autoridades de los municipios mencionados, además de talleres con médicos tradicionales, contiene una propuesta de diseño curricular de educación en salud intercultural para la formación de facilitadores de médicos (mujeres y hombres) tradicionales, para que esos facilitadores con nivel de liderazgo puedan asumir la responsabilidad de hacer réplica y servicios de atención en salud en otros municipios.
El proyecto de investigación coordinador por la psicóloga y docente María Eugenia Pareja fue financiado con recursos del IDH dentro de la UMSA, y fue seleccionado de entre 360 propuestas presentadas. La investigación tiene el respaldo de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la UMSA, el Instituto de Estudios Bolivianos de la UMSA y la Organización Panamericana de la Salud OPS/OMS// PIEB (BO)
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