El Alto: Cercan las plazas por inseguridad y contra el comercio

La plaza Juana Azurduy de Padilla de Villa Dolores se encuentra cercada con rejas para impedir el ingreso de los comerciantes. Otras cuatro plazas en la ciudad de El Alto están en la misma situación. En éstas, a la razón comercial, se suman la inseguridad y los destrozos de los vecinos.

Debido a que el acceso a la plaza Juana Azurduy de Padilla está vedado, los comerciantes se asentaron en las aceras de este centro de diversión y pegados a las rejas. Están en toda su circunferencia, de modo que los transeúntes deben caminar por la calzada.

Para confirmar que los vendedores invaden la plaza cuando ésta se encuentra abierta, ellos dijeron a La Razón que el área verde debía seguir abierta para permitirles ofrecer sus productos, como comida, a los vecinos que acuden en busca de esparcimiento.

En esta ciudad están enrejadas las plazas Juana Azurduy de Padilla, en Villa Dolores; Libertad, en la urbanización 16 de Julio; Germán Busch, en la misma zona; Bolivia, en la zona Pacajes, y la Ernesto Che Guevara, en el distribuidor vial de la Ceja. Todo por la proliferación de comerciantes, la inseguridad ciudadana provocada por personas que beben en estos espacios y por el maltrato al ornato público del cual son víctimas, según las autoridades.

“Si abrimos las puertas, esto estará plagado de vendedores que aprovechan para colocar sus puestos. Por otra parte, se prohíbe el acceso porque la gente no tiene esa cultura de cuidar los jardines de los lugares públicos”, explicó el director de Medio Ambiente y Agua de esta Alcaldía, Juan Mamani Chura, a propósito de la decisión de enrejar las cinco plazas.

Tanto el comandante regional de la Policía, coronel Javier Alcázar, como el intendente municipal, capitán Rafael Cáceres, coincidieron en señalar que el cierre de estos espacios públicos forma parte de un plan de prevención contra la inseguridad ciudadana, pues así se evita la reunión de pandilleros o grupos de jóvenes que ingieren bebidas alcohólicas.

El presidente del Colegio de Arquitectos de esta ciudad, Freddy Herrera, criticó también el hecho de que los vecinos no cuidan la infraestructura urbana. “Es lamentable, pero es una realidad que no puede ser tapada con un dedo; se destruye lo que no está en casa; lo de la calle no interesa, pese a que pagan impuestos”.

EFECTO. Sin embargo, al proteger a la ciudadanía de la inseguridad y de los comerciantes, e intentar cuidar el ornato público, las autoridades privan a los menores de edad de espacios para recrearse, ya que debido a las rejas, estas áreas verdes se abren sólo en determinados horarios y días.

Por ejemplo, dos de ellas están abiertas sólo los fines de semana     —la Juana Azurduy y la Libertad—. Las plazas Germán Busch y Bolivia, en Pacajes, están abiertas todos los días, pero únicamente entre las 09.00 y las 19.00. Pese a los cuidados, La Razón pudo comprobar que las dos últimas están deterioradas y con basura esparcida.

La que nunca se abre es la plaza Ernesto Che Guevara.

En general, las plazas de la ciudad de El Alto presentan un gran deterioro y falta de mantenimiento y cuidado, según comprobó este diario en un recorrido por las mismas. En algunas, se pudo constatar la presencia de jóvenes que ingieren bebidas alcohólicas durante el día.

Mamani Chura dijo que esta situación es peor en los barrios alejados, donde los vecinos incluso hacen pastar a sus ovejas y chanchos en las jardineras, de modo que algunas ahora sólo tienen tierra.

Sitios que se vuelven salones

En la Plaza de la Cruz, sobre la avenida Bolivia, las rejas de 60 cm de altura que la circundan no impiden que los perros  y las personas pisen el césped. Cuando la parroquia de enfrente bendice a los prestes, los bailarines y los pasantes toman la calle y esta plaza para bailar, beber, pisar el césped y hacer sus necesidades.

Los niños, sin espacios

Para el sociólogo alteño Germán Tarqui, la decisión de cerrar las plazas en la ciudad de El Alto provoca una disyuntiva social, pues por un lado la medida busca minimizar la inseguridad ciudadana, pero por el otro perjudica el esparcimiento de los menores de edad. “Es un conflicto muy grande y un círculo, que debe ser solucionado por las autoridades municipales”, dijo.

Explicó que cuando un menor se acerca a una plaza con  la intención de divertirse y la encuentra cerrada, cambian  sus ánimos y se retrae. “Lo que estamos provocando es que la juventud y los niños y niñas busquen otro tipo de diversión, la que incluso se convierte en algo individual y ya no en una actividad colectiva, por lo que se pierde cualquier tipo de relación social importante como efecto del encierro”.

La señora Dora Yujra, vecina de Villa Dolores, reprochó que hayan plazas cerradas. “Intentamos llevar a mis dos nietos a la plaza entre lunes y viernes, pero nunca está abierta y lo que hacemos es distraerlos con juguetes en la casa, pero queremos que salgan a jugar al aire libre para oxigenarse”, dijo preocupada.

Dejar plazas enrejadas es como mostrar a los niños un dulce y luego prohibirles que lo abran, sostuvo el sociólogo Tarqui, quien añadió que el juego es parte de las necesidades sociales de los menores de edad, por lo que siempre buscan diversión a través de él. Asimismo, señaló que esa actividad es una señal de buena salud.// La Razón

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