"Cuando mi bebé nació, el doctor me dijo que olía a clefa”, recuerda una de las menores que tuvo a su hijo a los 15 años. Hoy, el menor padece de desnutrición y tuberculosis.
Muchas de las adolescentes que sufren violencia sexual comercial y viven en situación de calle en El Alto están embarazadas y consumen inhalantes hasta los últimos meses de gestación. Pese a ello, hay hombres que pagan por sostener relaciones sexuales con ellas.
Otra de esas jóvenes contó a Página Siete que tiene nueve meses de embarazo y pronto cumplirá 18 años. Tiene los ojos claros, la tez blanca y viste con ropa limpia y ancha para ocultar su estado, mientras "vuela” (inhala clefa) y consume alcohol en la Ceja.
Ella cuenta que escapó de su casa a sus 15 años, tras ser violada y agredida físicamente por sus familiares. Empezó a robar y luego se contactó con proxenetas y chicas de su misma edad, víctimas de violencia sexual comercial.
Iba al colegio por las noches y se enamoró de otro adolescente, quien desconocía su realidad y su pasado. Ella resultó embarazada y el joven tuvo que abandonar sus estudios para trabajar más horas y generar más dinero.
La adolescente emocionada por dicha planificación ahorró dinero para sus exámenes prenatales y una buena alimentación.
"Hasta que una noche él me descubrió yendo a hacer pieza y me dejó. Pero yo siempre me cuidaba, así que sé que mi hijo es del chico con el que estaba saliendo”, recuerda con tristeza.
Deprimida, recayó en el alcohol y la clefa. Dejó de asistir a los alojamientos por el dolor que le provocaba mantener relaciones sexuales durante el embarazo y se dedicó a ser pildorita.
Por las noches asiste a bares, saca las píldoras, las muele entre sus dientes, la escupe en vasos de hombres y espera que se duerman para robar lo que pueda.
Otra de las jóvenes que inhala clefa tiene 19 años y tuvo a su segundo hijo la semana pasada. El primero tiene cinco años y es cuidado por su abuela. Nació en la comunidad de Irupana, de la provincia Sud Yungas, y vivió allá hasta sus 16 años . Su padrastro le incentivaba a consumir alcohol y su madre, al verla como rival, le pidió que se vaya de la casa.
Es así que llegó a la urbe alteña para vivir en alojamientos. Conoció a otras menores en situación de calle víctimas de violencia sexual comercial y se insertó en la misma forma de vida.
En una discoteca conoció a un peruano, de quien se enamoró y quedó embarazada. Al principio él prometió apoyarla , pero luego le dijo que no quería una vida con ella y se fue de la ciudad.
La depresión la llevó al consumo de clefa y alcohol, faltó a varias citas médicas y sin poder hacer pieza por el dolor que sentía, empezó a vender el denominado "vuelo”, una mezcla de clefa y tinner en botellas pequeñas de alcohol que llevaba en su mochila. También llegó a vender pasta base, más conocida como "papa”, en sobres de papel.
La Policía le quitó un par de veces sus estupefacientes y su dinero, pero nunca la encarcelaron. Sus amigas aseguran que la joven se relaciona con peruanos delincuentes y narcotraficantes.
Su madre le manda frutas en días festivos y pese a que sabe la situación de su hija, le exige ropa nueva a cambio de cuidar a su nieto. "A mi mamá nadie se lo compra ropa, así que debo mandar dinero. Gasté hasta 1.700 bolivianos para que se compre una pollera, sombrero y manta”.
Este medio ubicó a otra muchacha de 17 años embarazada de ocho meses. La agresividad de su madre hizo que huya de la casa hace medio año, al igual que lo hizo su hermano mayor.
Tras hacer pieza durante tres meses, se embarazó sin saber si el padre de su hijo era un violentador (cliente) o su pareja, quien también vivía en situación calle y no quiso responsabilizarse.
Tuvo relaciones sexuales hasta los cuatro meses de embarazo, pero por el dolor que sentía prefirió retornar a su casa. "Vino su mamá y se la llevó de los pelos. Ella me dijo que prefiere aguantar los golpes de su madre que los de los hombres en la calle”, comenta una amiga.
Este medio también habló con una joven de 23 años en situación de calle, quien tuvo a su tercer hijo la semana pasada después de gestar casi 10 meses. Asegura que los doctores no quisieron atenderla cuando asistía a los centros médicos. "Tenía las contracciones y me han dicho que no estaba dilatando, tienes que regresar”, recuerda mientras abriga a su pequeño del viento alteño.
Punto de vista
Denis lópez Especialista en población que vive en la calle
"El Estado tiene que protegerlas”
Es un problema tan complejo, porque como sociedad e instituciones sólo cuestionamos que estén inhalando embarazadas, pero no nos preguntamos la razón por la cual se encuentran en situación de calle y si tienen alguna alternativa diferente para realizar su proceso de gestación.
Para ellas es importante que las instituciones del Estado, en coordinación con instituciones privadas que trabajan en esta temática, protejan a esta población y coordinen acciones efectivas para que no permitan que esas niñas desarrollen su vida en la calle.
Como sociedad civil debemos preguntarnos ¿qué alternativas reales le sugerimos a una adolescente embarazada para que cambie su vida? Porque en realidad no existe un acceso al servicio de salud.
El sistema de salud no da la respuesta efectiva. Es cierto que existe el SUMI, pero muchas de ellas no cuentan con un carnet para hacer sus controles prenatales y cuando acuden al médico las tienen muchas horas en espera, aunque ellas estén con fuertes dolores.
A su vez, la Policía debe detener a los adultos que solicitan sus servicios porque violan derechos de la menores
Sobre sus demandas
Discriminación Las adolescentes que sufren violencia sexual comercial en situación de calle que están embarazadas aseguran que deben vestir su mejor atuendo para no ser discriminadas en los centros hospitalarios.
Vergüenza Muchas cuentan que sienten vergüenza y miedo cuando van a un hospital, por lo que piden funcionarios especializados en población que vive en situación de calle.// Página Siete (BO)
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