Sube precariedad laboral en los jóvenes alteños

“Los jóvenes en El Alto siempre hemos aprendido a trabajar duro desde que somos niños, ayudando a nuestros papás en sus negocios o en otros lugares, para colaborar con el sostén de la familia. Son muy pocos los que entran a trabajar pasados los 21, porque casi todos comenzamos antes”, afirmó Kosset Mamani, una universitaria de 24 años que estudia psicología en la Universidad Pública de El Alto (UPEA).

Ayudar  en los negocios familiares, en talleres, sin ganar mucho, es una de las características que identificó un estudio elaborado por el Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (Cedla) que informa sobre una tendencia creciente de relaciones laborales que están al margen de los derechos.  

Kosset es brigadista voluntaria del Centro de Promoción de la Mujer Gregoria Apaza  desde su adolescencia y hoy trabaja de cerca capacitando a jóvenes alteños de entre 14 y 21 años. Según la estudiante, durante los años de bonanza económica que atravesó el país  las cosas no han cambiado para los jóvenes de su ciudad, quienes siguen comenzando a insertarse en el mercado laboral desde temprana edad. Noticias alteñas
“Son muy pocos los jóvenes que no trabajan, la mayoría estudia y trabaja o sólo trabaja porque se independiza incluso antes de salir del colegio. Lo que la mayoría hace es ayudar en los negocios familiares o en talleres de mecánica o pastelería, en restaurantes y otros”. 

Esta percepción válida se mostró el año pasado por el estudio Desigualdades y Pobreza en Bolivia: una perspectiva multidimensional, realizado y publicado por el Cedla. En este texto se identifica que “con una tendencia creciente, el 65% de la ocupación y el empleo urbano se concentran en los sectores familiar y semiempresarial -una aproximación al llamado sector informal-, donde las relaciones salariales, cuando existen, suelen estar al margen de los derechos laborales”.

Ese es un rasgo común en las principales actividades económicas urbanas que, en orden de importancia, son el comercio, los servicios sociales y comunales, el transporte y la manufactura. Y la ciudad de El Alto es quizás una de las grandes urbes bolivianas donde mejor se percibe esa realidad.




“Con una estructura productiva que demanda pocas capacidades técnicas a la mayoría de los trabajadores, y que genera empleos de baja calidad, con bajos ingresos y escaso o nulo acceso a mecanismos de protección social, la heterogeneidad estructural potencia la precariedad laboral y otras desigualdades en la sociedad boliviana”, señala el mencionado estudio// Página Siete

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